El Tolima hace la siesta y Melgar mira de reojo la fase III de la Copa Libertadores 2025

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Parece un mal de nunca acabar. Puede que sea un anhelo para los clubes colombianos levantar la Copa Libertadores, pero para ello la actitud es el primer condimento especial. Y Deportes Tolima es el último fiel ejemplo. El pijao hizo la siesta este jueves en el juego de ida de la fase II y tropezó ante un Melgar aguerrido y físico, que supo sufrir, pero también supo lastimar en el momento adecuado. Sin duda, la vuelta será a otro precio, pero desde ya Tolima prende las pelas para obrar el milagro.
A lo mejor le alcance para ser protagonista en la Liga BetPlay, pero al momento de ponerse el traje de la Copa, a Tolima le falta mucha tela por cortar. Y tampoco es que Melgar haya brindado una exhibición en el Manuel Murillo Toro. Pero sí demostró que esta clase de partidos se deben ganar. Simple. O al menos no perder si estás lejos de casa. La que tuvo la embocó. Sin tantos rodeos.
De seguro es un nombre poco común, pero en la Serie Colombia ya había dejado una huella. A sus 22 años, Kenji Cabrera ha demostrado ser una pieza clave para Walter Ribonetto. Y ante Tolima lo ratificó en grande. No come de camiseta ni de rival. Al que tiene que regatear lo hace sin pensar. Y de su bota derecha cayó el tanto ganador de Melgar. Carrera por la banda izquierda, finta para sacarse a Julián Quiñones y un ‘misil’ inatajable para Fiermarín. Golón por donde se le mire. Sobre todo, por la personalidad.
Se pellizcó Tolima, pero no era su noche. Mucho menos la de Gonzalo Lencina, que tuvo un duelo aparte con el fuera de juego. Dos veces infló la red, y en ambas el argentino estaba en posición adelantada. Además, Carlos Cáceda vivía esas noches mágicas con los guantes. El golero peruano, el ‘doble’ de Pedro Gallese, no titubeó en medio de la tormenta y sus atajadas pasaron de valer plata a oro.
Al final, un trago amargo para Rescalvo y los suyos, quienes ahora deberán entregar el 200 % en una plaza complicada y de altura como es Arequipa. Pero nadie es profeta en su tierra. Mucho menos en un certamen que se acostumbra a sorpresas. A lo mejor, la siesta que necesitaba Tolima era de 90 minutos, pero los últimos deben ser con ropa de guerra.
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